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Antonio Rodríguez-Insausti
(Profesor universitario) Psicólogo e investigador paranormal

sábado, 14 de abril de 2012

Mal de ojo

La gente que emplea la expresión "si las miradas matasen" revive inadvertidamente la creencia en otro tiempo casi universal de que el ojo humano tenía poder para dañar o vengarse de un enemigo. Se piensa que el temor al mal de ojo surgió del terror del hombre primitivo a ser observado por animales salvajes, tribus hostiles, espíritus malignos o dioses recelosos del éxito humano.
Antes del desarrollo de la ciencia médica, la enfermedad y la muerte se atribuían con frecuencia a las miradas malignas. Los niños pequeños y los animales eran particularmente vulnerables por su débil energía mental. Se hacía responsable al mal de ojo de la impotencia masculina y de la frigidez femenina, así como de la pérdida de las cosechas. Hombres y mujeres con algún defecto físico y que, consiguientemente, pudieran envidiar a sus vecinos eran sospechosos de causar mal de ojo. Por ello, jorobados y enanos inspiraban desconfianza; pero también los bizcos, los ojizainos y los cejijuntos.
En África, la tribu congoleña de Lugbara cree que el hombre con mal de ojo puede reconocerse por su estrabismo y su mal carácter. Se le ha de tratar con mesura y ofrecerle cerveza y tabaco.
En los siglos XVI y XVII, cuando se decía que las brujas destruían a sus víctimas con el poder de su mal de ojo, cientos de mujeres subieron al cadalso por el solo hecho de que muchos o muchas, indefensos, murieron después de recibir la mirada airada de una fémina.
Los jueces tenían tal horror a ser embrujados cuando dictaban sentencia que muchas veces se obligaba al acusado a entrar de espaldas en la sala del tribunal.
Los métodos de protección contra el mal de ojo adquirieron una compleja variedad de formas. En el cercano Oriente y en Turquía se escribían frases del Corán en las paredes exteriores de las casas, con el fin de establecer una barrera sagrada contra la influencia perniciosa del ojo. El símbolo del ojo, que incluso hoy se ve pintado en la proa de los barcos de pesca en algunos puertos del Mediterráneo, también se suponía que anulaba los efectos del mal de ojo con suma eficacia. En Portugal las gentes se protegían con ramos de salvia, y en el sudeste de Europa se recurría al ajo, sobre todo por parte de los eslavos y los griegos.
Los beduinos del norte de Arabia llevan dos canicas a todas partes. Una, es negra, les ampara durante la noche; otra, blanca, durante el día.
En el siglo XVIII se creía en toda Europa que el color rojo, símbolo de la sangre y de la salud, preservaba a cuantos con él se vestían. En Italia las novias se cubrían la cabeza con grandes velos rojos. En Rumania los bueyes llevaban trapos rojos atados a los cuernos. Los labradores escoceses ataban con hilo rojo a los rabos de sus reses cintas rojas o cruces de madera de fresno sagrado.
En los días de las ejecuciones públicas, el espectador que se creía embrujado compraba al verdugo una soga usada y la quemaba hasta reducirla a cenizas. Después las mezclaba con agua fría y las tragaba para verse libre del mal de ojo.
Los persuadidos de que sus desgracias se debían al mal de ojo procuraban zafarse de la maldición arrojando agua sobre las huellas de los pies del posible autor de sus males.

domingo, 5 de febrero de 2012

Pensamiento mágico

Los caníbales no son ni pérfidos asesinos ni perversos gastrónomos. Lo que ellos asimilan no es ningún manjar de carne, sino el “Mana”, la fuerza del muerto, que tiene por objeto aumentar la fuerza propia. Lo que los caníbales hacen no es ningún exceso sadista; lo que ocurre es un proceso mágico: el poseer algo de la fuerza, el poder, las capacidades o la influencia de otra persona y este deseo no está circunscrito a los pueblos salvajes. En realidad pertenece al complejo anímico de todo hombre. El canibalismo apenas si aparece en la actualidad -según los etnólogos-, solamente en el interior de Brasil y de Nueva Guinea. No obstante, el pensamiento mágico es algo general, no sólo reservado para los pueblos salvajes, y ocupa a los etnólogos tanto como a los psicólogos.
Sigmund Freud nos ofreció un ejemplo famoso. En Sierra Leona, en la costa africana occidental, existía la antigua costumbre de que los hombres que poseían el derecho de elección apalearan al rey recién elegido con todas sus fuerzas. “Utilizaban este derecho constitucional con tal escrupulosidad que en ocasiones el desgraciado soberano no sobrevivía por mucho tiempo a su elevación al trono; por eso, los grandes personajes del pueblo convirtieron en costumbre elegir como rey a un hombre contra el que tuvieran rencor”. Freud añadía: “De todos modos, en estos casos no se reconocía la enemistad como tal, sino que era considerada como ceremonial”.
Frazer informa sobre el pensamiento mágico entre los maoríes: “Un jefe maorí no avivará nunca un fuego con su soplo porque su aliento sagrado comunicaría su fuerza al fuego, este a la vasija que se encontrara sobre él, esta a la comida que se estuviera cociendo en ella, y la comida a la persona que la comiera, y esta persona debería morir ya que había comido de la comida cocinada en la vasija puesta al fuego sobre el que había soplado el jefe maorí, con su aliento sagrado y peligroso”.
Los preceptos y las prohibiciones mágicas se han conservado hasta la actualidad y todavía tienen importancia en los jóvenes Estados de África, a pesar de sus clases dirigentes de formación moderna y universitaria. Los habitantes de las costas de Ghana, por ejemplo, adoran a la ballena como dios y rey. Por tanto, si el mar trae a sus playas una ballena muerta, tienen que enterrarla dignamente. Igualmente, de vez en cuando, se cuenta que en África se han realizado sacrificios humanos y que se arrojan las entrañas de los muertos al mar para asegurar una buena pesca. Otro ejemplo: tras la reelección del presidente del Estado liberiano, William V. S. Tubman, en el año 1955, el ministerio de Justicia de Liberia llevó a cabo serias indagaciones contra el candidato vencido, acusándole de haber hecho venir a un mago de Nigeria para que lanzara contra Tubman el temido conjuro mortal Djudju. En amplias zonas de África se considera especialmente peligroso este conjuro. El curandero que lo domine puede incluso darse a sí mismo o a otra persona la forma de una fiera. De tiempo en tiempo llegan noticias del África Oriental sobre la ejecución de asesinatos repetidos por parte de hombres leones o leopardos, que destrozan a sus víctimas con zarpas aceradas.
La fe incondicional y ciega en la fuerza original y los efectos de la magia puede perderse bajo la influencia del desarrollo cultural. Sin embargo, sigue actuando con más o menos fuerza, incluso entre pueblos altamente civilizados, en forma de una mezcla de supersticiones, de hechicería, de magia negra siniestra o de magia blanca bendita, sin llegar a saberse de dónde proceden realmente. Así, también en los países occidentales juegan su importante papel el talismán, que ayuda activamente, y el amuleto, que protege pasivamente. No se cree en ello, pero se lleva consigo... por si acaso. La vida diaria está llena de seguridades mágicas. Esto comienza con el gato negro y no termina con el “echar las cartas” y el “leer la mano”, ni con el horóscopo como seguridad ante toda clase de angustias y temores.
En muchos de nuestros usos populares también se oculta un origen mágico. Algunas plantas son consideradas desde tiempos inmemoriales como portadoras de fuerza mágica. El cristianismo hizo suya la utilización de numerosas hierbas y todavía en la actualidad existe la bendición de hierbas en las comunidades católicas. En algunas partes de Alemania todavía se acostumbra a dar en Pascua el golpe con la vara, que tiene por objeto otorgar salud y fertilidad.
El hombre moderno, que divide el mundo en categorías lógico-científicas, parece haber perdido la clave que le permita comprender el pensamiento mágico. Solamente la concordancia de amplios análisis etnológicos con los puntos de vista del psicoanálisis indicó nuevos caminos hacia el mundo de lo mágico. En opinión del psiquiatra E. Kretschmer, el mundo para los pueblos salvajes todavía no está claramente dividido en objetos y entidades perfectamente delimitadas. Todo tiene alma, vida y ciertas fuerzas llamadas “Mana”. Como quiera que los miembros de las comunidades salvajes piensan en imágenes y no en conceptos abstractos, diversas cosas son mezcladas y condensadas para formar una imagen, cuyo sentido y significado viene dado sobre todo por las sensaciones más fuertes, como por ejemplo el miedo, los instintos, la apetencia. Con ello, las imágenes aparecidas bajo una misma sensación son comprimidas en una sola unidad. Kretschmer dijo: “Truena y poco después un hombre cae muerto al suelo. Esto es suficiente... para llegar a la firme convicción de que el trueno tuvo un significado activo en la muerte del hombre”.
El concepto del “tabú” también es de una importancia decisiva para la comprensión del mundo de los conceptos mágicos. En nuestro medio ambiente también se dan cosas o acciones que, independientemente de su origen, nos hacen sentir aversión y vergüenza, o que por lo menos deberían hacérnosla sentir, pero que al mismo tiempo se desean o anhelan en secreto. Quien cede ante las apetencias, en oposición a los sentimientos (ambivalencia) corre el peligro de perturbar las estructuras sociales de una comunidad. Por lo tanto, la mayor parte de las prescripciones tabú no escritas pueden ser consideradas como el código moral más antiguo de la humanidad. Sigmund Freud ya hizo notar esta relación: “La persona que ha violado un tabú se convierte a sí misma en tabú porque tiene la peligrosa propiedad de incitar a otros a intentar seguir su ejemplo. Por eso tiene que ser evitada por los demás”.

domingo, 29 de enero de 2012

El genio técnico de los antiguos

Muchos de los grandes descubrimientos y avances tecnológicos alcanzados por el hombre que consideramos conquista de nuestra época ya habían sido descubiertos hace muchos siglos, por eso no debemos subestimar el genio técnico de los antiguos, aunque tampoco hay que creer con ello que el hombre de siglos pasados nos igualara. En líneas generales sus realizaciones técnicas eran muy primitivas, y sus maravillas mecánicas, más o menos juguetes. Los relatos referentes a esta materia pertenecen casi siempre más a la leyenda que a la auténtica realidad.
Entre las informaciones que conviene acoger con el mayor escepticismo figuran las relativas a las primeras aeronaves, que si han existido hace siglos no pudieron ser movidas mecánicamente. Cinco siglos antes de nuestra era se mencionan ya “carros aéreos” utilizados con fines militares. Pero lo más sorprendente es lo que leemos en los viejos textos indios, según los cuales la guerra en aquel país se desarrolló desde la antigüedad según los métodos más modernos: “Desde las naves aéreas eran arrojadas sobre los ejércitos enemigos antorchas que estallaban al rebotar, provocando estragos considerables”. En estas antiguas descripciones hay también indicaciones sobre la construcción de “bombas antiguas”.
Con bastante asiduidad se atribuye erróneamente al monje alemán Berthold Schwarz (1310-1384) la invención de la pólvora. Se afirma así mismo que Roger Bacon (muerto en 1194) introdujo este explosivo en Europa mediante una fórmula inventada por los árabes. Se ha atribuido también su invención a los chinos. Todo lo que de cierto puede asegurarse a este respecto es que en el siglo XII se conocía una receta sobre la preparación de una mezcla de pólvora, redactada del siguiente modo: “Una parte de colofonia, una parte de azufre y seis partes de salitre; reducir a fino polvo y disolver la mezcla en aceite de lino o de laurel; poner en un tubo o en un trozo de madera hueca y prenderle fuego. El artefacto vuela inmediatamente en la dirección deseada y destruye todo con su fuego”. Una receta parecida, aunque posterior, da exactamente los componentes de la pólvora: salitre, azufre y carbón.
Los chinos imprimían desde el siglo XII con caracteres móviles. Los diferentes signos eran vaciados en una tierra especial y después cocidos. Por medio de unas bruzas se establecía un uniforme contacto entre el papel y los caracteres, tintados en color y fijados en un cuadro, y la impresión se hacía con sorprendente rapidez. En Corea, hacia el año 1145, se empleaban caracteres de cobre.
Se dice que los mexicanos y los indios habían fabricado, dos mil años antes de Jesucristo, hierro inoxidable. El proceso se ha perdido. En el patio del templo de Delhi, en la India, se levanta una columna de hierro, denominada Kutulo, que data de aproximadamente cuatro mil años y no presenta la menor señal de óxido. Tiene 18 metros de altura y un diámetro de 41 centímetros en la base y de 30 en la cima. Pero no sobresale del suelo más que 6'60 metros; está, pues, empotrada en la tierra en una longitud de 11'40 metros. Su peso es aproximadamente de 1.700 kilos. Aunque esta columna ha estado sometida a la intemperie ha permanecido intacta. Constituye indudablemente una curiosidad metalúrgica si se considera que está formada por muchas piezas de hierro perfectamente ajustadas, teniendo presente que en aquella época no existían martillos accionados mecánicamente. Hasta la Exposición Universal de París en 1885 era el más grande bloque de hierro del mundo. Los sabios que se ocupan en la investigación científica en el dominio de la metalurgia no han podido descubrir hasta el presente cómo los indios encontraron la fórmula. Exámenes más recientes han permitido comprobar que está formada por hierro puro. Es curioso que los objetos de hierro que datan de la Edad de Hierro se han conservado en buen estado, en tanto que los objetos del mismo metal más recientes son destruidos por el óxido con relativa rapidez. Eso es debido a que el “hierro antiguo” es puro, mientras que el de las épocas más recientes está fabricado con adición de otros productos. Tengamos también en cuenta que el gas y los vapores industriales contribuyen en gran parte, en la actualidad, a la formación de óxido, mientras que la columna se encontraba y se encuentra todavía rodeada de una atmósfera pura. Por otra parte los indígenas que acuden a visitar el santuario donde se halla esta columna se encaraman irrespetuosamente hasta la cima, y sus, cuerpos desnudos y grasientos contribuyen a conservarla brillante.
Los antiguos egipcios debían de poseer alguna fórmula que permitiera dar a los tejidos particular solidez y permanencia de tintes. Las telas tornasoladas que se encuentran en las pirámides hace más de cuatro mil años son hoy día no solamente fuertes, sino incluso flexibles. Por otra parte, las recetas egipcias de momificación se han perdido. Y únicamente en estos últimos años ha logrado la ciencia imitarlas y, tal vez, superarlas. El Antigua Egipto conocía también incubadoras capaces para setecientos huevos al unísono. Estos se colocaban sobre pequeños hogares calentados con estiércol o paja. La planificación económica, con reservas de víveres para las épocas de crisis, fue ya aplicada en Egipto. Existían “graneros” de trigo permanentes, y se conocían todas las técnicas comerciales vinculadas al negocio de los cereales: reservas agrícolas, seguros, etc. La política cerealista implicaba ya en el Antiguo Egipto la tabulación de precios.
Aristóteles utilizaba una pluma de acero, es decir, un trozo de metal tallado y agujereado como una pluma de pato. En las sepulturas romanas de Inglaterra se han encontrado plumas de bronce para escribir.
Los cirujanos de Alejandría utilizaban instrumentos de metal perfectamente adaptados a sus usos particulares. Ya en aquella época se operaban las cataratas de los ojos, se practicaba la operación cesárea, y se realizaban intervenciones en el cerebro. Precisamos a este propósito que el nombre de cesárea no viene, como se afirma ordinariamente, de que la madre del futuro emperador de los romanos fuera la primera en sufrir esta operación para dar a luz a su hijo. El apelativo de Caeso (caedo = yo corto) era frecuentemente empleado para denominar a los niños nacidos después de tal operación.
Herón describe de este modo el taxímetro del primer automóvil: “Con el odómetro (o podómetro) podemos medir el camino recorrido en el campo sin utilizar embarazosas cadenas o útiles de agrimensura. Permaneciendo confortablemente sentados en el auto la distancia recorrida es apreciada al medir el movimiento de las ruedas”. Añade a continuación que el camino efectuado podía ser indicado ya por una aguja que se desplazaba sobre un cuadrante o por el número de bolas que caían en un recipiente.
Los chinos conocían la brújula antes que los europeos la empleasen. Occidente debía descubrirla de nuevo. Este instrumento, largo tiempo desconocido, pareció a los hombres de la Edad Media algo tan maravilloso y lleno de misterio que creían, al igual que los antiguos chinos, que un espíritu lo habitaba. Los chinos cuentan el “carretón magnético” entre sus descubrimientos más antiguos. Era un pequeño vehículo provisto de una estatuita unida a una piedra magnética, y combinada de forma que su brazo extendido indicaba siempre la dirección Sur. Se utilizaba para los viajes a través de extensiones desérticas del interior. En el siglo IV, es decir, unos doscientos años después de la aparición de la “muñeca indicadora”, la aguja magnética era empleada por los navegantes chinos. En Europa la brújula permaneció desconocida hasta el siglo XII.
Los técnicos de Nerón le construyeron un ascensor que subía a la altura de cuarenta metros. Sus súbditos habitaban en Roma viviendas de lujo, muy parecidas a las de nuestras grandes ciudades. Los ricos conocían la calefacción central de suelos y paredes.
En Bizancio las termas construidas por el emperador Septimio Severo utilizaban un sistema para calentar los baños con ayuda de petróleo importado del Caspio en animales de carga. Esta calefacción con petróleo se empleó durante siglos, hasta que posteriormente cayó en olvido.
Platón imaginó un despertador. Combinó una clepsidra con un sifón, de forma que cuando el agua alcanzaba el límite de la palanca se precipitaba con fuerza en un recipiente cerrado, del que se escapaba el aire por un silbato, produciendo un sonido muy agudo. Con ayuda de este aparato Platón llamaba cada día a sus discípulos al trabajo a las cuatro de la mañana.
En Alejandría había columnas de anuncios, sobre las cuales se pegaban con goma los carteles oficiales. Los romanos utilizaban como carteleras de teatro gigantescas planchas de madera con letras pintadas en negro y rojo.
Tampoco los túneles son privativos de nuestra época, sino que existían ya en siglos muy pasados. El más antiguo del que nos habla la historia fue construido por orden de la reina Semíramis, en Babilonia. Pasaba bajo el Éufrates y unía sus dos palacios, bastante alejados el uno del otro; las paredes estaban revestidas de ladrillos unidos por un producto bituminoso. Puertas metálicas cerraban la entrada y la salida. Diodoro habla de esta realización maravillosa que fue ultimada en siete días.
Como se observa, el genio técnico de los antiguos estaba tremendamente desarrollado. Fueron capaces de construir monumentos maravillosos y de llevar a término conquistas notables, sin contar para ello con la ayuda de extraterrestres.