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Antonio Rodríguez-Insausti
(Profesor universitario) Psicólogo e investigador paranormal

domingo, 5 de febrero de 2012

Pensamiento mágico

Los caníbales no son ni pérfidos asesinos ni perversos gastrónomos. Lo que ellos asimilan no es ningún manjar de carne, sino el “Mana”, la fuerza del muerto, que tiene por objeto aumentar la fuerza propia. Lo que los caníbales hacen no es ningún exceso sadista; lo que ocurre es un proceso mágico: el poseer algo de la fuerza, el poder, las capacidades o la influencia de otra persona y este deseo no está circunscrito a los pueblos salvajes. En realidad pertenece al complejo anímico de todo hombre. El canibalismo apenas si aparece en la actualidad -según los etnólogos-, solamente en el interior de Brasil y de Nueva Guinea. No obstante, el pensamiento mágico es algo general, no sólo reservado para los pueblos salvajes, y ocupa a los etnólogos tanto como a los psicólogos.
Sigmund Freud nos ofreció un ejemplo famoso. En Sierra Leona, en la costa africana occidental, existía la antigua costumbre de que los hombres que poseían el derecho de elección apalearan al rey recién elegido con todas sus fuerzas. “Utilizaban este derecho constitucional con tal escrupulosidad que en ocasiones el desgraciado soberano no sobrevivía por mucho tiempo a su elevación al trono; por eso, los grandes personajes del pueblo convirtieron en costumbre elegir como rey a un hombre contra el que tuvieran rencor”. Freud añadía: “De todos modos, en estos casos no se reconocía la enemistad como tal, sino que era considerada como ceremonial”.
Frazer informa sobre el pensamiento mágico entre los maoríes: “Un jefe maorí no avivará nunca un fuego con su soplo porque su aliento sagrado comunicaría su fuerza al fuego, este a la vasija que se encontrara sobre él, esta a la comida que se estuviera cociendo en ella, y la comida a la persona que la comiera, y esta persona debería morir ya que había comido de la comida cocinada en la vasija puesta al fuego sobre el que había soplado el jefe maorí, con su aliento sagrado y peligroso”.
Los preceptos y las prohibiciones mágicas se han conservado hasta la actualidad y todavía tienen importancia en los jóvenes Estados de África, a pesar de sus clases dirigentes de formación moderna y universitaria. Los habitantes de las costas de Ghana, por ejemplo, adoran a la ballena como dios y rey. Por tanto, si el mar trae a sus playas una ballena muerta, tienen que enterrarla dignamente. Igualmente, de vez en cuando, se cuenta que en África se han realizado sacrificios humanos y que se arrojan las entrañas de los muertos al mar para asegurar una buena pesca. Otro ejemplo: tras la reelección del presidente del Estado liberiano, William V. S. Tubman, en el año 1955, el ministerio de Justicia de Liberia llevó a cabo serias indagaciones contra el candidato vencido, acusándole de haber hecho venir a un mago de Nigeria para que lanzara contra Tubman el temido conjuro mortal Djudju. En amplias zonas de África se considera especialmente peligroso este conjuro. El curandero que lo domine puede incluso darse a sí mismo o a otra persona la forma de una fiera. De tiempo en tiempo llegan noticias del África Oriental sobre la ejecución de asesinatos repetidos por parte de hombres leones o leopardos, que destrozan a sus víctimas con zarpas aceradas.
La fe incondicional y ciega en la fuerza original y los efectos de la magia puede perderse bajo la influencia del desarrollo cultural. Sin embargo, sigue actuando con más o menos fuerza, incluso entre pueblos altamente civilizados, en forma de una mezcla de supersticiones, de hechicería, de magia negra siniestra o de magia blanca bendita, sin llegar a saberse de dónde proceden realmente. Así, también en los países occidentales juegan su importante papel el talismán, que ayuda activamente, y el amuleto, que protege pasivamente. No se cree en ello, pero se lleva consigo... por si acaso. La vida diaria está llena de seguridades mágicas. Esto comienza con el gato negro y no termina con el “echar las cartas” y el “leer la mano”, ni con el horóscopo como seguridad ante toda clase de angustias y temores.
En muchos de nuestros usos populares también se oculta un origen mágico. Algunas plantas son consideradas desde tiempos inmemoriales como portadoras de fuerza mágica. El cristianismo hizo suya la utilización de numerosas hierbas y todavía en la actualidad existe la bendición de hierbas en las comunidades católicas. En algunas partes de Alemania todavía se acostumbra a dar en Pascua el golpe con la vara, que tiene por objeto otorgar salud y fertilidad.
El hombre moderno, que divide el mundo en categorías lógico-científicas, parece haber perdido la clave que le permita comprender el pensamiento mágico. Solamente la concordancia de amplios análisis etnológicos con los puntos de vista del psicoanálisis indicó nuevos caminos hacia el mundo de lo mágico. En opinión del psiquiatra E. Kretschmer, el mundo para los pueblos salvajes todavía no está claramente dividido en objetos y entidades perfectamente delimitadas. Todo tiene alma, vida y ciertas fuerzas llamadas “Mana”. Como quiera que los miembros de las comunidades salvajes piensan en imágenes y no en conceptos abstractos, diversas cosas son mezcladas y condensadas para formar una imagen, cuyo sentido y significado viene dado sobre todo por las sensaciones más fuertes, como por ejemplo el miedo, los instintos, la apetencia. Con ello, las imágenes aparecidas bajo una misma sensación son comprimidas en una sola unidad. Kretschmer dijo: “Truena y poco después un hombre cae muerto al suelo. Esto es suficiente... para llegar a la firme convicción de que el trueno tuvo un significado activo en la muerte del hombre”.
El concepto del “tabú” también es de una importancia decisiva para la comprensión del mundo de los conceptos mágicos. En nuestro medio ambiente también se dan cosas o acciones que, independientemente de su origen, nos hacen sentir aversión y vergüenza, o que por lo menos deberían hacérnosla sentir, pero que al mismo tiempo se desean o anhelan en secreto. Quien cede ante las apetencias, en oposición a los sentimientos (ambivalencia) corre el peligro de perturbar las estructuras sociales de una comunidad. Por lo tanto, la mayor parte de las prescripciones tabú no escritas pueden ser consideradas como el código moral más antiguo de la humanidad. Sigmund Freud ya hizo notar esta relación: “La persona que ha violado un tabú se convierte a sí misma en tabú porque tiene la peligrosa propiedad de incitar a otros a intentar seguir su ejemplo. Por eso tiene que ser evitada por los demás”.